lunes, 28 de septiembre de 2015

Jamaica

En la mayoría de bibliotecas existe una sección dedicada a los viajes, donde se reúnen la mayoría de guías turísticas perfectamente ordenadas por continentes. Si uno se leyera todas ellas podría, sin problema, dar la vuelta al mundo en 20 metros de estanterías. Seguro. 

Los libros dedicados al turismo salen muy a menudo de la biblioteca. Es el caso de mi amigo "Jamaica" con el que coincidí cuando ambos fuimos retornados a la biblioteca. Recuerdo que estaba como loco de alegría porque había podido viajar a esa isla maravillosa. La pudo recorrer de cabo a rabo.


"Jamaica" relató el viaje tal como sigue... "El viaje lo han protagonizado dos parejas formadas por Abel y Berta por una banda, y Mauricio y Carolina por otra. Los cuatro siempre habían querido ir a Jamaica y nunca habían coincidido en ninguna correría. Así que, acordaron las fechas de la marcha, buscaron vuelo y alojamiento, se pusieron las vacunas de rigor y arreglaron los papeles oportunos para la ocasión. Todo bien, todo perfecto.


A dos días de emprender la aventura, Abel puso el grito en el cielo y los pelos de punta debido a la información que había recibido sobre el céntrico alojamiento elegido y reservado en Kingston, capital de Jamaica. De ninguna de las maneras dormirían allí. Miraron y remiraron otras posibilidades y los cuatro fueron a parar a una zona de cataratas llamada Runaway Bay. Por una repentina locura de Abel se vieron desplazados a una bonita periferia. La cosa se empieza a ladear pero nadie dice nada porque son todos amigos.


Para una pareja lo primordial es la comodidad y para la otra lo es la economía. Unos no reparan en gastos y los otros todo lo contrario. La cosa no se ladea... se tuerce. El planteamiento de viaje de las parejas de amigos es radicalmente opuesto. Pasan los días, unos repasan cuentas al finalizar las jornadas y los otros repasan los canales televisivos en la habitación del hotel.


Uno de esos días de ocio y asueto, los cuatro se encuentran caminando por la zona de Ocho ríos. Caminan y caminan ya que no alquilan ningún transporte particular para trasladarse por Ocho ríos y, de hecho, para moverse por la isla... por Jamaica entera van andando hasta quedar muertos de cansancio.


Llega la hora de comer. A Abel, que le han leído la cartilla, da su conformidad a todo lo que se propone, pero para él hay cosas sagradas como es la comida y, tímidamente, recomienda degustar una suculenta langosta el "Logster´s house". Mauricio y Carolina contratacan con la economía y recomiendan ingerir una suculenta hamburguesa, con patatas y coca-cola incluidas, en un MacDonald´s cercano. Abel mira a Berta y el alma se le cae a los pies. Situaciones como esa viven un sinfín y las vacaciones se vuelven un verdadero infierno.


La jornada siguiente, los cuatro se levantan pronto porque hoy toca visitar Puerto Antonio y la Bahía de Morant. Todo en uno. Mauricio despliega el mapa y Carolina el tapper con donuts del día anterior. Abel y Berta toman aire, una y otra vez, ya que el ataque de ansiedad lo sienten cercano. Pasean, pasean sin más siguiendo una detallada ruta inamovible realizada por Mauricio. ¡Que suplicio! Por la tarde entran en una tienda de souvenirs a comprar objetos de regalo para los familiares ya que se aproxima la vuelta a casa. Objetivo conseguido, ya están hechos los compromisos.


Llega el día del tan esperado retorno, pasan numerosos controles de seguridad en el aeropuerto internacional y, en uno de ellos, salta la alarma. A Abel "le ha tocado la china", en su bolsa de viaje, le han detectado un objeto peligroso... es jabón líquido. Un regalo para su futura suegra. 


Salvado el escollo del control, todos ya agotados, aguardan entrar en el avión. Los nombres de los pasajeros van sonando uno a uno por una megafonía algo maltrecha y claro está, Abel, Mauricio, Nerea y Carolina no entienden sus nombres con acento extranjero. Total, que son los últimos en entrar y les toca sentarse en asientos de cola cercano a unos asesos de un enorme Boeing transatlántico. Y de esa forma, los cuatro volvieron a casa... Desde luego, un viaje para no olvidar".


Con esas palabras "Jamaica" me describió su viaje al Caribe, a un Caribe que, desde luego, no describen en ninguna de las guías turísticas de la biblioteca.

domingo, 21 de junio de 2015

La tarifa de discriminación horaria de Fecsa Endesa

Buenos días, buenas tardes o buenas noches según la hora que podáis leer esto.

A pesar de que podría ser un cuento, para nada lo es. Simplemente, dejo estas líneas para como antes se decía "Aviso para navegantes".

Después de tanto tiempo de no escribir, debido a vicisitudes económicas, y tras leer un interesante artículo en el que se anuncia la sexta gran extinción de la Tierra, he estado comentando la noticia con familiares míos, llegando a la conclusión de que todo aquello que hagamos poco se notará en el conjunto de la Tierra esta nuestra. Aunque, en muchos medios y organismos locales y no tan locales recalquen nuestro papel esencial en este negocio social que es el reciclaje. Pero eso sería otro cuento.

De la sexta extinción y recordando algunas recientes decisiones personales que emprendí, os indico la sensacional "discriminación horaria" de Fecsa-Endesa. En esta época de crisis permanente y creo que ya perenne que nos toca vivir, y en pro de reducir gastos de allá donde no se puede, se me ocurrió recabar información sobre dicha tarifa de dicha empresa. Pues bien, una amable persona y empleada me informó sobre las ventajas de contratar dicha "tarifa de discriminación horaria" que a todas luces era sensacional. A lo práctico, si conectabas tus electrodomésticos que más consumían entre las 22 horas y las 12 horas del día siguiente, lo que se conoce como horario valle, se conseguía una redución de coste de cerca de un 45% aproximadamente. El resto de horas, de las 12 horas a las 22 horas, el coste electrico es el habitual. En conclusión, todo perfecto ¿no?

Mi proceso de decisión fue, supongo el habitual: trasladas la información obtenida con tu mujer, analizas pros y contras, etc.

A la semana siguiente, me decido a llamar para contratar dicha "discriminación horaria". Otra amable mujer me acompaña en el proceso de contratación. Todo perfecto... pero la mujer me comenta que dicha discriminación horaria va acompañada de un aumento en la potencia eléctrica contratada en mi hogar. ¡Alto las cabras! ¡Quietos parados! ¡Que no se mueva nadie!

A ver si nos entendemos, si estoy intentando contratar la "discriminación horaria" es para reducir algunos euros, no para pagar más. Sí. Si me aumentan la potencia eléctrica de 5 Kw/h a 10 Km/h, por ejemplo, el coste se dispara ya que la tarifa es sensiblemente más elevada que la de 5 Kw/h y, por supuesto, de reducir nada de nada.

Po favor, señores de Fecsa-Endesa, no nos tomen por tontos aunque sí lo parezcamos. Si estamos "fastidiados" económicamente, si se nos ha reducido nuestro pequeño colchón de ahorro, eso no quiere decir que nuestra capacidad mental también se reduzca, al contrario, se acentúa. Ya lo dicen, no, en época de crisis sacas punta hasta de un bate de beisbol.

En fin, recuperando un poco lo de la sexta extinción, los motivos que apuntan son variopintos como la acidificación de los océanos, el aumento de CO2, la sobreexplotación de los recursos naturales, la destrucción del medio ambiente lo que conlleva la eliminación de especies animales como las abejas... ah y, para que lo sepaís, el ser humano encabeza la lista de especies que desaparecerán de la faz de la Tierra. Sabe mal, pero igual es lo mejor para nuestro planeta. ¿no creéis?

jueves, 7 de noviembre de 2013

Conoce Barcelona a pie. Nueva app turística

Conoce Barcelona a pie

App turística fundamental y gratuita que te permitirá conocer un poco más 
los lugares turísticos más emblemáticos de Barcelona.



Esta nueva aplicación para móviles Android se caracteriza por ser de uso sencillo y muy intuitivo que te permitirá deambular sin perderte un solo lugar en una atractiva Barcelona.

En esta aplicación podrás clicar en cada uno de los monumentos, abriéndote la posibilidad de situarla en el mapa con el fin de hallarla rápidamente y sin perder un instante.



Además, podrás acceder a un audiovisual elegido para la ocasión, a través del botón de vídeo y que, acompañado de una música relajante, podrás tomarte un descanso y elegir qué lugar quieres visitar personalmente.



Tras ver el vídeo de los lugares más emblemáticos de Barcelona, tan solo te quedará llamar por teléfono y reservar tu entrada con lo que te ahorrarás un bue rato de frustantes esperas.





Ahora, tan solo te queda descargarte la aplicación gratuita y comenzar a disfrutar de una Barcelona que te reciobirá con los brazos abiertos.

lunes, 10 de mayo de 2010

La lechería

"Los tres cerditos" se fueron a la lechería, así se podría resumir el relato que me contó mi amigo cuando volvió de su última salida de la biblioteca. Mi amigo fue seleccionado para viajar en el bibliobús junto con otros libros, revistas, cd´s, etc. 

Un bibliobús es un autobús peculiar donde en lugar de asientos encuentras estanterías llenas de libros. Es una biblioteca con ruedas que se desplaza, por los pueblos que no disponen de biblioteca propia, con la misión de de prestar material cultural a todos aquellos que se acercan e interesan por la cultura en general.

Mi amigo "Los tres cerditos" empezó el relato tal como sigue... "En un villorrio rodeado de montañas vive Abel, un niño de 7 años, que le gustan mucho los animales. Tanto le agradan que en su casa hay vacas, un caballo y un potro: "Negrita" y "Valiente". 

Vive en una granja que regentan sus padres, Arturo y Nerea y, muy de vez en cuando, Abel ayuda a su padre en las labores de la hacienda. La verdad es que se queda fascinado cuando Arturo conecta las mangueras a las ubres de las vacas y extrae litros y litros de leche de las reses.

En la granja tienen una vaca llamada "Margarita" que estaba embarazada y a punto de dar a luz. Por eso, no le quitaban los ojos de encima. Arturo había dejado separada del resto de animales a la vaca encinta, cosa normal en esos casos. La había dejado frente a "Negrita" y "Valiente".

Arturo le dijo a su hijo que acompañara a "Margarita" y que le avisará tan pronto llegara el momento del parto. Abel así lo hizo. El niño alternaba la vista entre la vaca y yo, "Los tres cerditos". No hay problema alguno.

Abel, en un momento de la espera juguetea con los caballos. De repente, "Margarita" muge y empieza el parto. Abel que se asusta, sale corriendo en busca de su padre con tan mala suerte que deja el portal de los caballos abierto. Éstos se exaltan y huyen al galope adentrándose en el bosque. En un momento, se ha pintado todo un cuadro. La vaca con el ternero pidiendo paso y los caballos "Negrita" y "Valiente" en paradero desconocido.

Arturo, Nerea y Abel se personan en auxilio de "Margarita". El padre mete las manos, los brazos y hasta los antebrazos en la sufrida res, buscando al ternero estresado. Al fin salvan, de manera fenomenal, a la vaca y el ternero recién nacido que recibe el nombre de "Asustado".

Tras el parto, urge el rescate de "Negrita" y "Valiente", los dos caballos fugados. Padre e hijo salen a la búsqueda. Tardan horas y horas. Suena el móvil de Arturo, al otro lado de la línea suena la voz exasperada de Arsenio, un vecino del villorrio, avisando que "Negrita" y "Valiente" están devorando tan ricamente los brotes tiernos de su plantación de zanahorias.

Una vez tranquilo y compensado económicamente del destrozo el pobre Ambrosio, padre e hijo vuelven a casa. Arturo a lomos del "Negrita" y Abel sobre el potro "Valiente".

De esa manera mi amigo "Los tres cerditos" acaba su relato de cómo fue a parar a una lechería, lejos, muy lejos de la gran ciudad.

sábado, 1 de mayo de 2010

El gimnasio

Tiempo antes de que llegue el verano, los gimnasios empiezan a llenarse de entusiastas deportistas que movidos por el afán de recuperar su buena forma, abarrotan las salas de máquinas y demás instalaciones.

Como muchos padres que desean inculcar a sus hijos buenos hábitos, Liberto, de 38 años, quería llevar por primera vez a su hijo Adrián, de 6, al gimnasio. Además, Liberto ansiaba recuperar una costumbre que había dejado abandonada, tras el nacimiento de su querido hijo, por lo que su estómago asomaba ciertamente por debajo de la camisa.

Liberto hablaba una y mil veces a Adrián sobre los innumerables beneficios de del deporte en el ser humano. El pequeño escuchaba las palabras de su progenitor maravillado e ilusionado.

Otra de las aficiones de Liberto era leer. Leía en todas partes y claro, Adrián también lo hacía. 

El día señalado había llegado. Padre e hijo cargados con sendas bolsas deportivas iniciaron el camino hacia el gimnasio. Lo llevaban todo, incluidos dos libros. Sí, dos libros. Uno para el padre y otro para el hijo. Liberto eligió "Crimen y castigo" y Adrián me escogió a mí, libro pirata. El leer en los gimnasios resulta ser una actividad algo extendida entre los deportistas de ciudad, supongo por aquello de aprovechar el tiempo al máximo, aunque yo tengo ciertas dudas sobre su practicidad.

Pues bien, Liberto y Adrián ya están cambiados y listos para ejercitarse. Con una toalla pequeña en una mano y un libro en la otra. El padre recuerda a su hijo sobre la conveniencia de calentar los músculos antes de realizar ejercicio continuado. El niño confirma con la cabeza y su voz de pito: "Sí papá".

Tras diez minutos de bicicleta estática, el niño está como una rosa, leyéndome y sin denotar cansancio. En cambio, Liberto chorrea sudor por todos los rincones de su cuerpo. Con voz entrecortada anúncia a su hijo que ya está bien de calentamiento y que, por favor, le acompañe a otra máquina. 

"¿Te gusta Adrián?" - pregunta Liberto.
- "Sí papá. ¿Estás cansado papá?, Te veo muy colorado papá, ¿Quieres que volvamos a casa?, papá" - dice y pregunta el niño que mira asombrado la pinta que tiene su padre. Liberto, herido en su autoestima, responde con un "No hijo, no... papá no está cansado. Vamos a correr en la cinta".

Padre e hijo ya están sobre sus correspondientes cintas. Una al lado de la otra. Liberto orgulloso explica a Adrián el funcionamiento de cada botón. El problema es que el niño no alcanza a ver los botones por que están muy altos y aquella máquina, con tantas luces parpadeantes, parece una nave espacial.

Tras la explicación de su padre, Adrián tiene una sola duda: "Y si quiero parar...¿dónde aprieto?" "El botón rojo, botón rojo y grande, hijo" - responde el progenitor.

El niño que si corre no lee, me deja junto a su pequeña toalla y Adrián corre, corre a una velocidad moderada y controlada para su edad. Liberto... es otra historia. Recordando viejos tiempos, se emociona y empieza a acelerar el paso paulatinamente, aumenta la velocidad de la cinta y la congestión del deportista. De tanto utilizar la toalla, ésta ya está mojada y abandonada sobre los mandos de la máquina que, para más inri, se ocultan tras el libro abierto de "Crimen y Castigo" que pretende leer Liberto. Adrián, mudo, alterna su mirada entre su padre, hecho trizas, y la máquina que castiga sin parar las piernas del adulto.

Adrián y Liberto ya llevan 15 minutos corriendo sin parar. Uno más despacio y relajado y el otro más acelerado y tensionado. Adrián quiere preguntar y apunta un "Papá..." Liberto que hace tiempo que le falta aire y coordinación, mira a su hijo perdiendo el control. Sale despedido hacía atrás a tal velocidad que, en un visto y no visto, queda tirado, plegado y hecho un ocho.

Los responsables del gimnasio acuden a socorrer al accidentado y experimentado deportista, parando la atareada cinta y ayudándolo a incorporarse de nuevo. ¡Ay!, ¡ay! - exclama Liberto - No pasa nada, no pasa nada. Estoy bien, estoy bien - manifiesta en voz alta.

Adrián, tras el susto y ver que a su padre no le ha sucedido nada grave, no aguanta más la risa y se desternilla sin control. "Parecías el Buzz LightYear papá yendo hacia las estrellas y más allá". Liberto, está rojo, no se sabesi por el esfuerzo o por el bochorno pasado.

Padre e hijo abandonan el gimnasio, uno cansado y el otro destrozado. Vuelven a casa mientras Adrián dice a su padre "No ha estado mal para ser el primer día". Liberto sólo puede contestar, con cara de resignación y magullado, "no hijo. No ha estado mal".

domingo, 25 de abril de 2010

El cine

Las sesiones matinales de cine, pensadas para los más pequeños, son aprovechadas por padres y algunos abuelos "activos" para darles alguna alegría a los niños y niñas que, con gran ilusión, esperan ver la película esperada.

Pues bien, Rodolfo y su padre Sebastián aguardaban entrar al cine haciendo una cola descomunal. Una fila compuesta por niños alborotados y nerviosos correteando alrededor de sus progenitores pacientes, resignados y mareados de tanto avisar y trajinar.

El momento se acerca y el responsable se aproxima para abrir las puertas. La tensión se palpa en el ambiente. Los padres miran la taquilla y los niños las palomitas dulces y saladas como saltan de la máquina sin cesar. El lleno va a ser absoluto, está claro. Por los altavoces del local se avisa que la proyección va a ser tridimensional. Agustín, uno de los niños, pregunta a su abuelo "¿qué es tridimensional?" y éste, que no sabe qué responder, lo observa con cara ignorante.

Ya entran los espectadores y aquello se convierte en una lucha constante de los padres por mantener el control de sus pequeños, mientras sostienen como pueden, entradas, palomitas, refrescos y gominolas de rigor.

Rodolfo y Sebastián, tras dos grandes colas realizadas, esperan en una tercera donde dos agobiados trabajadores reparten unas gafas negras muy monas por doquier. Agustín, el niño preguntón, interroga a su abuelo el porqué de las lentes y, Ricardo se queda sin palabras una vez más.

La sala se llena en un santiamén. Los niños y niñas botan sobre las sufridas butacas, devoran palomitas y dan fin al refresco tamaño familiar mientras los padres critican la actitud de los hijos ajenos olvidando que, su querido niño, golpea sin descanso la butaca delantera.

Se apagan las luces y un grito general se dispara en la sala. Empieza "Alicia en el País de las Maravillas" tridimensional y todos, padres y niños, asombrados ven a los personajes a su alrededor. De repente, un niño se asusta y grita produciendo un "choque en cadena". Susana, la niña de delante le saltan las palomitas cayendo parte del bol sobre Pascual y su destapado refresco. Éste lleno de rabia golpea la butaca del abuelo Ricardo que, sólo llega a exclamar con voz ahogada "¡¡niño!! mis riñones".

Avanza la película sin más incidentes que destacar hasta que entra y sale de la pantalla un dragón con malas pulgas. Rodolfo, me sostiene en sus manos tapándole su rostro temeroso como si yo, libro pirata, fuera un escudo protector. Los niños, a esas alturas de la película, ya están traumatizados y asustados para unas cuantas horas y lloran a moco tendido. Está claro que no les ha gustado "Alicia en el País de las Maravillas".

Llega el esperado fin. Los niños huyen a todo correr y los padres van tras ellos, intentando calmar los ánimos como pueden. Un altavoz avisa: Por favor, depositen las gafas en lo lugares indicados, gracias". "Encima eso" - piensa Sebastián.

Agustín ya no pregunta más, se ha quedado sin palabras. Su abuelo Ricardo que, todavía siente la patada en sus doloridos riñones, reflexiona "Vaya con el cine moderno... yo no vuelvo más".

sábado, 24 de abril de 2010

Hipocondría


Estar enfermo siempre es un follón, un lío y una complicación... pero si encima de eso, resulta que es producto de la imaginación, realmente es un quebradero de cabeza para los que conviven con esa persona, y para el enfermo resulta una angustia y un temor enorme.

Antonio tenía 11 años, era un lector empedernido, de carácter tímido, nervioso y de complexión fuerte. Le apasionaba todo lo relacionado con el mar, ya sean las especies marinas, las embarcaciones, los bucaneros, marineros, piratas, pescadores, cazadores de tesoros... todo aquello que se movía por el mar le interesaba. Supongo que por esa afición no se separaba de mí y cada instante me leía con fruición. 

Por su carácter tímido era remiso en el trato social y, por ello, sus horas solitarias las pasaba ante su pantalla de ordenador desarrollando una habilidad prodigiosa en el uso de internet. Todo lo consultaba en la red, era un verdadero "surfer".

En los hospitales de la zona, a Antonio, a pesar de su temprana edad, ya le conocían muy bien, pero no por las enfermedades que padeciera sino por que era un hipocondríaco nato. Sus padres, León y Laura, iban con el corazón en la boca por su niño. Si no era por unos granos era por algo en la pierna y sino por cualquier cosa todavía más insignificante.

Un sábado, Antonio se levantó de la cama con cierto malestar en el vientre y así, lo comunicó a su atareada madre que estaba preparando el desayuno de la familia. Dos cruasanes y café para su marido León; un bocadillo de mortadela y un tazón de leche con cacao para su hijo Antonio y, finalmente, un cortado con sacarina para ella.

Laura no hizo mucho caso a su hijo ya que estaba más que acostumbrada a salir corriendo a urgencias por nada. Antonio, ni corto ni perezoso, volvió a su habitación donde se conectó a internet en busca de sintomas que explicaran el motivo de su dolor de barriga. Consultó el médico en casa.com, qué me pasa doctor.com, es grave.com y un largo etcétera de .com. El resultado fue de esperar. El miedo se acrecentó cada vez más en el interior de Antonio ya que su mente concluyó que lo suyo era una dolencia muy grave y digna de salir a la carrera.

Sus padres ya estaban sentados alrededor de la mesa y Laura reclamaba la presencia de su hijo con un "Antonio!, la leche se enfría!!!" El niño salió de su habitación en pijama, sudoroso, colorado, con una mano en la frente y otra en su estómago, casi suplicando a sus progenitores que le llevaran al hospital por que en internet decían que los suyo era gravísimo.

El padre León rugió como un león, temiendo una enésima visita al hospital, y Laura, perpleja, intentaba calmar a uno y a otro. Diez minutos después, los tres iban a bordo de un utilitario a toda velocidad y el desayuno, pues quedó prácticamente intacto, frío y solitario encima de la mesa.

Llegaron por fin al hospital "Nuestra Señora del Milagro" donde un amable y ya conocido doctor, llamado Sánchez Ambrosio, visitó al paciente. "¿Qué te sucede esta vez Antonio? - preguntó el médico. Y por respuesta, Antonio le explicó que le dolía el bajo vientre, con punzadas cada tres minutos, le dolía la cabeza y que tenía frío en pies y manos... y que a pesar de que no tenía fiebre y no había devuelto creia que tenía apendicitis.

El doctor Sánchez Ambrosio, alucinado por la explicación técnica dada por el pequeño exclamó: "Vaya!! de mayor serás médico ¿no?... o eso, o has mirado en internet los sintomas antes de venir aquí". Tras una exploración del paciente, el médico dictaminó que lo que tenía Antonio era una acumulación de gases que, con el tiempo, irían desapareciendo y que, por supuesto, era molesto pero no de vida o muerte. Sánchez Ambrosio se despidió del paciente con un "Bueno, Antonio, hasta la próxima".

En ese momento, entró otro paciente con una herida de hélice provocada por un accidente de una lancha motora lo que hizo ocuparse de nuevo al doctor. Eso sí que era grave. Antonio más tranquilo salió de la consulta médica de manos de sus padres. Éstos abochornados por la repetitiva situación vivida y con cierto enfado volvieron a su casa en busca de un par de aspirinas.
 
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