miércoles, 24 de marzo de 2010

El cuentacuentos

A nosotros, los libros, nos gusta mucho que nos lean, ya sea en la cama, de pie, por la calle, en el sofá, en fin... de todas maneras. Pero lo mejor de todo es cuando Segismundo nos visita en la biblioteca.

Segis, como le gusta que le llamen, es un cuentacuentos infantil. Él siempre lleva un baúl lleno de libros y demás artilugios que utiliza para contar los cuentos a los atentos niños y niñas.

Segis, aquel día eligió Robinson Crusoe para protagonizar su intervención. Pronto, los menores se arremolinan alrededor del cuentacuentos ávidos de las palabras de Segis. Nosotros, los libros también disfrutamos del momento. 

Segismundo interpreta el papel a las mil maravillas. Los niños comienzan a abrir la boca hipnotizados por el relato y el responsable de la biblioteca, Damián, comienza a adormecerse en su cómodo asiento. Adrián, uno de los niños, no escucha el relato... ¡lo vive!

Segis, metido en la historia, cuenta como Robinson, para no perder la noción del tiempo, marca con rayas los días que pasa en la isla. Adrián está recostado sobre una blanca pared y, casualmente, su mano sostiene un negro rotulador. La tragedia se masca. Segis cuenta uno, dos, tres, cuatro, cinco... y Adrián marca uno, dos tres, cuatro, cinco. Cinco negros palotes sobre la blanca e impoluta pared. El desastre coge cuerpo.

Segis ve el grupo de pequeños oyentes y observa al fondo, de pie, como sonríe Adrián. Segismundo lo mira extrañado pero continúa con el relato. Adrián empieza a correr como un auténtico Robinson enloquecido al grito de ¡soy Robinson!, ¡soy Robinson!

Exhaltado, Damián, el adormecido responsable de la biblioteca, salta de la silla y tras el pequeño Adrián va. Adrián, Damián, Damián, Adrián... Nadie sabe quién persigue a quién, pero todos los pequeños se lo pasan como nunca. Ríen y ríen sin parar.

Cuando la situación se tranquiliza, Adrián muestra orgulloso su obra de arte. Segis y Damián miran los cinco palotes. El primero inicia la retirada recogiendo sus utensilios, el segundo lo sigue con la mirada, en absoluto, amistosa.

Esa tarde, será la última que Segismundo cuente historias en la biblioteca; Damián se pasará algunas horas frotando la manchada pared y Adrián le dirá a su madre, Ángela, que de mayor quiere ser dibujante o, mejor, náufrago como Robinson.

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