sábado, 3 de abril de 2010

Matemáticas y otras cosas

Que las matemáticas son duras para los más pequeños y no tanto, desgraciadamente es un hecho. Por eso, en la biblioteca tenemos un "todoterreno" llamado Federico. Aunque los niños y niñas que le consultan de todo y más, le llaman "Fede", profe o señor profesor, dependiendo de la confianza depositada en él.

Federico es un joven profesor de Primaria que asiste a los más jóvenes en aquellas dudas que les surjan, siempre y cuando, sea lunes, miércoles o viernes y, siempre de 5 a 7 de la tarde. No es usual este tipo de servicio en una biblioteca pero ya se sabe, una entidad pública debe adaptarse a todos sus usuarios, incluso los más jóvenes, especialmente a éstos.

Federico es un individuo paciente, tranquilo, inalterable, fiable y que siempre, habla con voz pausada. Sabe de matemáticas, lenguaje, sociales, música...en fin, de todo. Para los niños es un héroe sin parangón que se halla a su disposición en la misma sección, la de infantil.

La sección de infantil de una biblioteca algo alterada está siempre. Ya se conoce, los niños, son niños. Un miércoles que Federico no iba muy fino se le juntaron en la sala Mercedes, Inés, Lucía, Pedro y Miguel, cinco niños y niñas con cientos de preguntas y dudas de todo tipo. ¡Ay, pobre Federico! Los respectivos padres los fueron "aparcando" uno a uno en la sala de infantil de la biblioteca, mientras ellos realizaban las compras en la plaza cercana.

Mercedes va ejercitando la caligrafía, Inés intenta descubrir el significado de corcheas y semicorcheas, Lucía escribe una y otra vez números sin ton ni son, mientras Pedro y Miguel,que van por su banda, se preguntan mutuamente el nombre de los ríos de España. Todo está controlado.

Mercedes pregunta a Federico por que debe hacer caligrafía y Fede responde. Ella que vuelve a cuestionar y Fede simplemente remite a los ejercicios sin más. Inés retiene a Federico y pregunta la diferencia entre la corchea y la semicorchea. Fede responde concisamente por qué el dolor de cabeza que tiene cobra fuerza irremediablemente. Lucía sonríe y grita: "Profe, me pregunta la tabla del 7". Fede silencia con un gesto a Lucía y confirma con la cabeza. Pedro y Miguel han pasado de los ríos a las capitales de provincias españolas.

En un visto y no visto, Mercedes pinta el pentagrama de Inés ya que está harta de aburrimiento. Ésta última grita enfurismada y aparta el maltrecho cuaderno musical mientras con la mirada busca el amparo de Federico que, en ese momento, oye el 7x9, 63 de Lucía y, al mismo tiempo, atiende a la discursión que se dispara entre Pedro y Miguel, sobre si Logroño es la capital de Navarra o de La Rioja. Esa mesa de colorín parece el Parlamento en pleno debate de la nación. Fede no puede más. Grita impaciente, intranquilo y alterado ¡Silencio!, ¡silencio!

Los padres que aparecen en pack, recogen sus pequeños mientras miran reprobando la actitud de Federico. En un instante, el profesor maltrecho se queda solo, sentado y desquiciado en una pequeña silla naranja con los pies asomando por el extremo opuesto de la mesa. Los niños y niñas a coro se despiden de Federico con un ¡hasta el viernes, Fede!  

miércoles, 31 de marzo de 2010

Exámenes

En época de exámenes la biblioteca se llena hasta la bandera, pero no por un impulso lector incontrolable sino debido a que, quien más o quien menos, alguna prueba debe realizar.

En esos días, cuando abren la biblioteca, los estudiantes corren como liebres en busca de asientos libres para ellos y para sus respectivos amigos que, normalmente, llegarán una hora después.

Alrededor de las largas mesas rectángulares se reúnen numerosos estudiantes que esparcen sus apuntes, libros varios, libretas, sin olvidar, claro está, los bolígrafos, lápices y otros utensilios. Utensilios como ordenadores portátiles de última tecnología, móviles que reciben llamadas o mensajes cuando debieran estar desconectados, además de ipods o walkmans conectados a sus propietarios con el fin de estar aislados y lograr mayor concentración en lo que estén haciendo.

Isaias era un estudiante, entrado ya en años, y sus herramientas de estudio se reducían a papel, bolígrafo y gafas, ya que tenía la vista cansada. Un día, ante nuestro maduro alumno estaba Lucas, que ya llevaba unas horas de estudio y que estaba decidido a tomarse un descanso. Al lado de éste, se encontraba Estrella, una aplicada pupila que justo acababa de llegar y que desplegaba su portátil. Los cables de éste se sumaban a los ya existentes formando sobre la mesa un manojo interminable en busca del enchufe perdido.

Todos los estudiantes estaban frente a sus respectivos terminales tecleando sin parar. Algunos de ellos escuchaban música y los menos tarareaban sin reparos la letra, a pesar de los reiterados avisos de silencio. A todo eso, suena la banda sonora de Star Wars que surge del olvidado móvil de Lucas que, en ese momento, decansa.

Isaias que está muy lejos de la última tecnología, alza la vista y resopla, escucha los múltiples teclados usándose, oye los cantantes frustrados, además de la melodía de La Guerra de las Galaxias. Isaias está que trina. En ese momento, la luz abandona la biblioteca y todo queda interrumpido. Los ordenadores quedan mudos y ciegos, los estudiantes enojados, el móvil cantarín calla y una ligera penumbra se hace dueña del lugar. Isaias, como si nada hubiera pasado, reanuda su lectura con una sonrisa en la boca armado de papel, bolígrafo y gafas.

lunes, 29 de marzo de 2010

Relaciones

Existen múltiples relaciones. Las hay de amor, de odio, de simple amistad, durareras, breves, interesadas. Un sinfín de correspondencias porque, en definitiva, el ser humano es una animal social. Bueno pues, entre nosotros - los libros - también se establecen afinidades, sobre todo, aquí en la biblioteca. 

Cuando llegas aquí por primera vez, te sientes extraño, fuera de lugar. Miras hacia todas partes perdido hasta que los libros que te rodean se interesan por tí, o bien tú mismo decides abrirte a los demás. Normalmente, los que están a tu alrededor en una biblioteca hablan sobre una misma temática y eso, precisamente, nos ayuda a romper el hielo.

Ese podría ser el caso de dos clásicos de la literatura: Ana Karenina y Los tres mosqueteros. El uno junto al otro siempre han estado y como dicen algunos "el roce hace la amistad".

Ana Karenina siempre ha tendido hacía lo melodramático mientras que en Los tres mosqueteros, aventura e intriga es todo uno. Son libros de relaciones humanas y ambos establecieron una asociación muy fuerte acentuada por el hecho de que ni uno ni otro salían mucho de la biblioteca. No eran libros de moda.

Un día Blas, uno de los responsables de la biblioteca, apareció por nuestro pasillo con el carrito gris. Todos temblabamos como flanes. Todos sabemos que quien entra en esa furgón no vuelve jamás. Es toda una intriga dónde van. Los pasajeros son libros jubilados.

Tristeza fue el sentimiento que embargó a Ana Karenina cuando Blas cogió, de forma certera y sin apenas resistencia, al libro de Dumas. No pudieron despedirse. Horas y días juntos, tapa con tapa, lomo con lomo y ahora... la pura soledad, una soledad desconocida, silenciosa y aterradora. 

El vehículo gris e impersonal se alejaba con un ligera estridencia de las pequeñas ruedas al rodar como si fueran las voces de los libros que iban a bordo. 

Llegó la noche. Todos oíamos los sollozos lastimeros de Ana Karenina al ver desaparecido su confidente. Era desesperante y desolador. En un momento, en un instante, Ana Karenina de Tolstoi cayó al vacío despedazándose en fragmentos de variopinto tamaño. Todos nos sorprendimos y fuimos testigos de como Ana Karenina siguió los pasos de Los tres mosqueteros, de cómo entró en el carrito gris y salió de nuestras vidas para siempre.
 
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Cuentos y relatos by Israel Aliaga is licensed under a Creative Commons Reconocimiento-No comercial-Sin obras derivadas 3.0 España License