domingo, 25 de abril de 2010

El cine

Las sesiones matinales de cine, pensadas para los más pequeños, son aprovechadas por padres y algunos abuelos "activos" para darles alguna alegría a los niños y niñas que, con gran ilusión, esperan ver la película esperada.

Pues bien, Rodolfo y su padre Sebastián aguardaban entrar al cine haciendo una cola descomunal. Una fila compuesta por niños alborotados y nerviosos correteando alrededor de sus progenitores pacientes, resignados y mareados de tanto avisar y trajinar.

El momento se acerca y el responsable se aproxima para abrir las puertas. La tensión se palpa en el ambiente. Los padres miran la taquilla y los niños las palomitas dulces y saladas como saltan de la máquina sin cesar. El lleno va a ser absoluto, está claro. Por los altavoces del local se avisa que la proyección va a ser tridimensional. Agustín, uno de los niños, pregunta a su abuelo "¿qué es tridimensional?" y éste, que no sabe qué responder, lo observa con cara ignorante.

Ya entran los espectadores y aquello se convierte en una lucha constante de los padres por mantener el control de sus pequeños, mientras sostienen como pueden, entradas, palomitas, refrescos y gominolas de rigor.

Rodolfo y Sebastián, tras dos grandes colas realizadas, esperan en una tercera donde dos agobiados trabajadores reparten unas gafas negras muy monas por doquier. Agustín, el niño preguntón, interroga a su abuelo el porqué de las lentes y, Ricardo se queda sin palabras una vez más.

La sala se llena en un santiamén. Los niños y niñas botan sobre las sufridas butacas, devoran palomitas y dan fin al refresco tamaño familiar mientras los padres critican la actitud de los hijos ajenos olvidando que, su querido niño, golpea sin descanso la butaca delantera.

Se apagan las luces y un grito general se dispara en la sala. Empieza "Alicia en el País de las Maravillas" tridimensional y todos, padres y niños, asombrados ven a los personajes a su alrededor. De repente, un niño se asusta y grita produciendo un "choque en cadena". Susana, la niña de delante le saltan las palomitas cayendo parte del bol sobre Pascual y su destapado refresco. Éste lleno de rabia golpea la butaca del abuelo Ricardo que, sólo llega a exclamar con voz ahogada "¡¡niño!! mis riñones".

Avanza la película sin más incidentes que destacar hasta que entra y sale de la pantalla un dragón con malas pulgas. Rodolfo, me sostiene en sus manos tapándole su rostro temeroso como si yo, libro pirata, fuera un escudo protector. Los niños, a esas alturas de la película, ya están traumatizados y asustados para unas cuantas horas y lloran a moco tendido. Está claro que no les ha gustado "Alicia en el País de las Maravillas".

Llega el esperado fin. Los niños huyen a todo correr y los padres van tras ellos, intentando calmar los ánimos como pueden. Un altavoz avisa: Por favor, depositen las gafas en lo lugares indicados, gracias". "Encima eso" - piensa Sebastián.

Agustín ya no pregunta más, se ha quedado sin palabras. Su abuelo Ricardo que, todavía siente la patada en sus doloridos riñones, reflexiona "Vaya con el cine moderno... yo no vuelvo más".

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