domingo, 11 de abril de 2010

Ruedas

Al inventor de la rueda le debemos mucho. Es un artilugio que ha hecho avanzar en extremo al conjunto de la humanidad. Es un hecho indiscutible. Hoy en día vivimos rodeados de ruedas.

Belén, una gran aficionada a la bicicleta y la lectura decidió combinar sus dos devociones en un día soledado de primavera. Entró en la biblioteca para coger un buen libro... y se quedó conmigo. Después ensilló en su bicicleta "mountain-bike" con la intención de recorrer la ciudad. Ésta tiene unos carriles señalizados para el tránsito de velocípedos muy adecuados. En resumen, en muy breve espacio de tiempo, me ví dentro de un cesto atornillado al manillar. Me sentí como "ET" a todo rodar.

Belén se incorporó al tránsito de una gran avenida a una velocidad más que prudente. A lo lejos, delante de nosotros pudimos ver a un pelotón de ciclistas, al parecer muy experimentado. Todos iban en transporte facilitado por el ayuntamiento de la ciudad. Bicicletas que, a duras penas, estaban enteras. Era todo un espectáculo, de hecho, era un milagro que pedalearan coherentemente. Pues bien, en un instante, se montó un buen cirio y Belén y yo fuimos testigos de mayúsculo desaguisado.

Los ciclistas que avanzan sin parar, los viandantes que, absortos en su pensamientos y preocupaciones, no detienen sus pasos y abordan el carril bici con tesón. Suenan múltiples timbres de bicicletas, alertando de su paso y reclamando su espacio. Los ciudadanos que van a pie quedan sorprendidos y paralizados por el asalto rodado.

En la lejanía suena una ambulancia que rueda rauda y veloz por el carril bus. Un autobús, movido por gas ecológico, avanza silencioso al encuentro. Belén detiene su "mountain-bike".

Los ciclistas que esquivan a los temerarios viandantes saltando y cayendo aquí y allá por parterres y asfalto. Eso parece el Tour de Francia. La ambulancia que va de urgencia al hospital no detiene su tránsito y al barullo va directo. Andrés, el conductor del autobús, en cambio, detiene su vehículo ante la mirada asustada de todo el que anda por allí. Andrés llama a la central y avisa "estoy en un follón".

Todo vuelve a la normalidad paulatinamente, excepto el vehículo de socorro. Pablo, in extremis, detiene la ambulancia con un aparatoso giro provocando la salida del paciente alucinado en camilla rodada. El pobre hombre, llamado Serafín, se agarra a la camilla como puede mientras grita "será el fin, será el fin". Los solidarios ciudadanos allí presentes detienen con autoridad y poderío el tránsito de vehículos y litera rodante. Aparece policía motorizada y, en un visto y no visto, arreglan el estropicio.

En muy poco espacio cuento un sinfín de ruedas diferentes... La rueda ha sido un gran progreso para la humanidad.

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