lunes, 29 de marzo de 2010

Relaciones

Existen múltiples relaciones. Las hay de amor, de odio, de simple amistad, durareras, breves, interesadas. Un sinfín de correspondencias porque, en definitiva, el ser humano es una animal social. Bueno pues, entre nosotros - los libros - también se establecen afinidades, sobre todo, aquí en la biblioteca. 

Cuando llegas aquí por primera vez, te sientes extraño, fuera de lugar. Miras hacia todas partes perdido hasta que los libros que te rodean se interesan por tí, o bien tú mismo decides abrirte a los demás. Normalmente, los que están a tu alrededor en una biblioteca hablan sobre una misma temática y eso, precisamente, nos ayuda a romper el hielo.

Ese podría ser el caso de dos clásicos de la literatura: Ana Karenina y Los tres mosqueteros. El uno junto al otro siempre han estado y como dicen algunos "el roce hace la amistad".

Ana Karenina siempre ha tendido hacía lo melodramático mientras que en Los tres mosqueteros, aventura e intriga es todo uno. Son libros de relaciones humanas y ambos establecieron una asociación muy fuerte acentuada por el hecho de que ni uno ni otro salían mucho de la biblioteca. No eran libros de moda.

Un día Blas, uno de los responsables de la biblioteca, apareció por nuestro pasillo con el carrito gris. Todos temblabamos como flanes. Todos sabemos que quien entra en esa furgón no vuelve jamás. Es toda una intriga dónde van. Los pasajeros son libros jubilados.

Tristeza fue el sentimiento que embargó a Ana Karenina cuando Blas cogió, de forma certera y sin apenas resistencia, al libro de Dumas. No pudieron despedirse. Horas y días juntos, tapa con tapa, lomo con lomo y ahora... la pura soledad, una soledad desconocida, silenciosa y aterradora. 

El vehículo gris e impersonal se alejaba con un ligera estridencia de las pequeñas ruedas al rodar como si fueran las voces de los libros que iban a bordo. 

Llegó la noche. Todos oíamos los sollozos lastimeros de Ana Karenina al ver desaparecido su confidente. Era desesperante y desolador. En un momento, en un instante, Ana Karenina de Tolstoi cayó al vacío despedazándose en fragmentos de variopinto tamaño. Todos nos sorprendimos y fuimos testigos de como Ana Karenina siguió los pasos de Los tres mosqueteros, de cómo entró en el carrito gris y salió de nuestras vidas para siempre.

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